La idea de los contratos inteligentes no es nueva, pero ahora, gracias a la tecnología blockchain, se ha hecho realidad. Las grandes empresas firman contratos a diario. Si el uso de este tipo de contratos se extiende, la forma de hacer negocios podría cambiar por completo en todo el mundo.
La idea de contratos inteligentes se remonta a los años 90. Al parecer fue Nick Szabo quien acuñó el término; un reconocido criptógrafo a quien se atribuye también el haber sentado las bases de la criptomoneda Bitcoin. ¿Pero qué son los contratos inteligentes?
Pues, básicamente, son unos programas informáticos que se ejecutan de forma automática para hacer efectivos los términos de un contrato cuando se cumplen las condiciones estipuladas previamente por las partes implicadas en el contrato en el momento de su firma.
Cuando Szabo desarrolló la idea en los 90, no era posible llevarlo a la práctica porque todavía no existía ningún sistema financiero digital nativo capaz de realizar transacciones programables.
Sin embargo, en la época actual, gracias a la blockchain y a la rápida adopción de Bitcoin, ha sido posible retomar su idea para ponerla en práctica.
En 2014 surgieron dos plataformas de código abierto destinadas a la implementación de los contratos inteligentes:
- Codius: desarrollada por Ripple Labs, una compañía que también ha creado su propia moneda digital llamada Ripple, está diseñada para funcionar con diversas criptomonedas.
- Ethereum: desarrollada inicialmente por un joven programador, Vitalik Buterin, cuando apenas tenía 20 años de edad, funciona con un sistema de pagos y una moneda propios, totalmente nuevos. La moneda se llama «ether» y su desarrollo se financió mediante crowdfunding.
Otras empresas han anunciado iniciativas relacionadas con la incorporación de contratos inteligentes a la blockchain, entre ellas, t0, Symbiont, Tether o Bitt.
Aplicaciones de los contratos inteligentes
Las aplicaciones de este tipo de contratos son muchas. Un ejemplo, podría ser una apuesta deportiva. Imaginemos que queremos apostar con alguien sobre qué equipo ganará un partido de fútbol. Ambos apostamos una cantidad, si ganamos él tendrá que pagarnos lo prometido, si no, nosotros tendremos que pagarle a él.
Hasta hace poco, sin la existencia de los contratos inteligentes, teníamos dos opciones:
- Confiar en la palabra de la otra persona: si es un amigo podría no ser tan difícil, pero si es cualquier otra persona podríamos no confiar tan alegremente en que cumplirá su palabra una vez finalizado el partido; o lo que es peor, podría no cumplir su palabra y no pagar.
- Recurrir a un tercero: en cuyo caso, ambos daríamos por adelantado a ese tercero la cantidad apostada y, una vez finalizado el partido, él se haría cargo de hacer efectivo el pago al ganador.
En un entorno informal, otro amigo podría realizar esa función de intermediario sin cobrarnos nada por ello, pero en entornos más formales y con otros tipos de contratos, es necesario recurrir a un profesional, ya sea una casa de apuestas, un abogado, un notario o un banco; en todos esos casos, el tercero se queda con una comisión por su trabajo.
Por otra parte, existe el riesgo también de que la persona utilizada como tercero decida escapar con el dinero de ambos o bien, sea manipulada para que, llegado el momento de hacer efectivo el pago, haga una interpretación diferente o inapropiada de las condiciones con el fin de favorecer a alguna de las partes.
En cualquier caso, las posibilidades de que las cosas no salgan como inicialmente habíamos planeado son muchas.
Con un contrato inteligente, en cambio, eso nunca sucedería.
En el caso de la apuesta, por ejemplo, bastaría con que ambas partes depositaran el dinero de la apuesta en una misma cuenta controlada únicamente por el programa informático del contrato, de forma que una vez finalizado el partido, éste realizaría automáticamente la transferencia de dinero a la cuenta de la persona ganadora.
Obviamente este es solo un ejemplo, las opciones de contrato inteligente son prácticamente ilimitadas:
- Hacer un cambio de titularidad de un bien en una fecha concreta o cuando se cumplan determinadas condiciones.
- Entregar una herencia a sus herederos cuando cumplan una edad determinada.
- Liberar cierta información en una fecha específica o cuando algo suceda.
- Etc.
Incluso se podría crear una especie de testamento que se revele automáticamente y reparta los bienes a quien esté estipulado tras el fallecimiento de alguien.
Los contratos inteligentes y el Internet de las cosas
Hogares inteligentes, coches inteligentes, electrodomésticos inteligentes… Ya no hay duda de que en futuro próximo todo estará conectado entre sí como parte de una gigantesca red, denominada Internet de las cosas (IoT). En cuanto ese modelo se haya extendido, las aplicaciones de los contratos inteligentes serán prácticamente ilimitadas.
Nick Zsabo habló ya en los 90 de las “propiedades inteligentes” que, según él, se crearían incorporando contratos inteligentes en objetos físicos.
El ejemplo que puso resulta muy esclarecedor: una persona compra un coche y financia los pagos a plazos. En un mundo en el que la cerradura del coche sea inteligente y esté conectada al Internet de las cosas, la compra de un coche podría estar regulada por un contrato inteligente que, en caso de impago de alguna de las mensualidades, bloquease automáticamente la cerradura del coche impidiendo al comprador usarlo hasta que no realice el pago correspondiente.
Las ventajas de los contratos inteligentes
Además de las que ya hemos visto, es decir, eliminar la necesidad de confianza, los intermediarios y sus comisiones, así como los retrasos en la ejecución de los términos de un contrato, etc.; el uso de un contrato inteligente también nos garantiza que no puede ser destruido.
Un contrato en papel puede desaparecer como consecuencia de un incendio, una inundación o cualquier otra catástrofe que afecte a las instalaciones en las que se haya guardado. También podría extraviarse o alguien podría robarlo y destruirlo.
En cambio, con un contrato inteligente, la seguridad es absoluta. Una vez suscrito, el contrato queda registrado y almacenado en la blockchain, en donde su carácter distribuido garantiza completamente la seguridad.
Sus inconvenientes
Como en casi todo, aunque la idea parece prometedora, todavía quedan algunos inconvenientes por resolver que habrá que perfilar:
1. La imposibilidad de realizar modificaciones en el contrato una vez suscrito
Una vez suscrito el contrato inteligente no hay vuelta atrás. Como ya se ha mencionado, una vez suscrito el contrato inteligente y almacenado en la blockchain, no es posible manipularlo.
Esto que, por un lado podría ser una ventaja, dado que nadie podrá alterar el contenido del contrato una vez suscrito, también constituye uno de sus principales inconvenientes, ya que no es posible echarse atrás y deshacerlo.
Una vez almacenado en la blockchain no es posible realizar ningún tipo de cambio, ni siquiera aunque todas las partes implicadas en el contrato estén de acuerdo, es decir, que pase lo que pase, llegado el momento para el que haya sido programado, el programa se ejecutará sí o sí.
Imaginemos, por ejemplo, que creamos un contrato inteligente y lo programamos para que en enero de 2020 realice una acción que ahora es perfectamente legal, pero antes de que llegue esa fecha cambia la ley y la acción programada deja de ser legal. Llegado el momento, el contrato inteligente se ejecutaría y no podríamos hacer nada para evitarlo.
Obviamente esto se podría cambiar, pero la seguridad de la blockchain de Bitcoin se basa precisamente en ese carácter inalterable y distribuido. Si eso se altera para facilitar la modificación de los contratos inteligentes, de algún modo, la seguridad de la blockchain podría verse comprometida y con ella, la de todo el sistema.
Algunas iniciativas de blockchain privadas han tratado de implementar más opciones para los contratos inteligentes, pero solo han sido capaces de hacerlo a costa de eliminar la capacidad de suscribirlos entre partes entre las que no hay confianza, es decir, basando su seguridad en la confianza.
En cuanto a las blockchain públicas, Ethereum es de las pocas que ofrece una plataforma realmente robusta para contratos inteligentes, pero ha mostrado un rendimiento considerablemente inferior en relación con los estándares de seguridad de Bitcoin y, al parecer, ese bajo rendimiento se debe, en gran parte, a la carga económica que conlleva para sus mineros la implementación de los contratos inteligentes.
2. La necesidad de poseer conocimientos muy especializados para crearlos
Como en el caso de cualquier otro programa, crear un contrato inteligente requiere unos conocimientos técnicos especializados de programación, pero además, en este caso, es necesario haber adquirido previamente un profundo conocimiento del protocolo de la blockchain y Bitcoin para poder completar el proceso con éxito. Y, por el momento, no todo el mundo tiene acceso a esos medios.
Además, será necesario combinar esos conocimientos técnicos con conocimientos legales. De ahí que algunos expertos afirmen que, los contratos inteligentes, en lugar de reemplazar por completo a los abogados, podrían modificar su trabajo. Es decir, los abogados del futuro podrían trabajar en la elaboración de modelos de contratos inteligentes personalizables que puedan ser utilizados por múltiples usuarios.
Sería algo similar a lo que WordPress ha hecho con la creación de las páginas Web, es decir, democratizar la creación de contratos inteligentes por medio de la creación masiva de plantillas personalizables que abarquen las múltiples posibilidades de contratos necesarios para el día a día de empresas y particulares.
Empresas como R3 ya han empezado a desarrollar plantillas de contratos inteligentes.
3. La legislación de los diferentes países
O más bien la falta de legislación porque, por el momento, existe un enorme vacío al respecto. No está nada claro cómo se sostendría un contrato inteligente en un juzgado real si surgen complicaciones.
En cualquier caso, los contratos inteligentes parecen muy prometedores de cara al futuro y, con ciertos retoques, podrían cambiar por completo la forma de hacer negocios en todo el mundo, además de mejorar los procesos internos de las grandes empresas, permitiéndoles ahorrar miles de millones.
Algunas entidades financieras, como BBVA o Banco Santander, han publicado recientemente informes que avalan el potencial de estos contratos.
En cuanto a España, ya hay una empresa que trabaja con contratos inteligentes: Coinffeine.
Esta empresa inició su andadura en 2014 y ha recibido el respaldo de inversores como Bankinter para permitir el intercambio de dinero digital entre particulares. Su fundador, Alberto Gómez Toribio, es también una de las primeras personas que ha firmado un testamento inteligente en España.
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